Monday, September 23, 2013

The Touch of the Master's Hand - El toque de la mano del Maestro

A poem that explains what God does with us:

'Twas battered and scarred, and the auctioneer
Thought it scarcely worth his while
To waste much time on the old violin,
But held it up with a smile:
"What am I bidden, good folks," he cried,
"Who'll start the bidding for me?"
"A dollar, a dollar"; then, "Two!" "Only two?
Two dollars, and who'll make it three?
Three dollars, once; three dollars, twice;
Going for three-" But no,
From the room, far back, a gray-haired man
Came forward and picked up the bow;
Then, wiping the dust from the old violin,
And tightening the loose strings,
He played a melody pure and sweet
As a caroling angel sings.

The music ceased, and the auctioneer,
With a voice that was quiet and low,
Said, "What am I bid for the old violin?"
And he held it up with the bow.
"A thousand dollars, and who'll make it two?
Two thousand! And who'll make it three?
Three thousand, once, three thousand, twice,
And going, and gone!" said he.
The people cheered, but some of them cried,
"We do not quite understand
What changed its worth." Swift came the reply:
"The touch of the master's hand."

And many a man with life out of tune,
And battered and scarred with sin,
Is auctioned cheap to the thoughtless crowd,
Much like the old violin.
A "mess of pottage," a glass of wine,
A game- and he travels on.
He's "going" once, and "going" twice,
He's "going" and almost "gone."
But the master comes and the foolish crowd
Never can quite understand
The worth of a soul and the change that's wrought
By the touch of the Master's hand.
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Una poema que explica lo que Dios hace con nosotros:

Estropeado y marcado por el tiempo,
no despertó interés en el subastador,
mas él, disimulando y sonriendo,
tomó el viejo violín y a todos los mostró,
"Qué me ofrece, por este instrumento!
Quién va a ser el mejor postor?", preguntó.
"Un dólar, uno. Alguno ofrece dos?
Dos dólares! Ah, alguien tres ofreció!
Tres dólares, tres! Por tres el violín doy..."
Entonces, un anciano de cabello gris
se acercó lentamente, el arco levantó,
quitando el polve al vetusto violín
las cuerdas flojas con cuidado ajustó,
y una melodía dulce dejó oír
que cual son de ángeles a todos pareció.
Al morir las notas, el subastador
con grave y mesurada voz preguntó:
"Ahora, cuánto dan por este violín!"
Y en alto el instrumento levantó.
"Mil dólares allí. Alguien me da dos mil?
Dos mil, dos mil! Y quién me ofrece más?
Ah tres mil! Por tres mil el violín se va!"
Hubo ovaciones, pero alguien preguntó:
"Y, cómo puede ser? Si no valía nada,
por qué de pronto su valor aumentó?"
Y al punto se oyó la respuesta muy clara:
"Es que la mano de un Maestro lo tocó".
Muchos hay que, con desafinada vida,
marcada y estropeada del pecado, al fin
a la malvada multitud se ofrecen
al más bajo precio, como el viejo violín,
por "Un plato de lentejas", una copa de vino
o un judgo de necios, al mejor pastor.
"Se vende! Se vende! Y ya está vendido!"
exclama contento el subastador.
Mas viene el Maestro, y los insensatos
"No lo entiendo", dicen, pues nadie captó
el valor de un alma y el cambio forjado
cuando la mano del Maestro la tocó.


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